Era una
noche fría y lluviosa, busqué refugio en el primer bar que vi. Me senté en la
barra y me pedí un whisky doble, algo para entrar en calor inmediatamente. Cogí
el vaso y me trague de un trago el contenido. El calor inundo mi cuerpo al
instante.
Mire a
mi alrededor, vi un grupo de hombres jugando a los dardos, a otros jugando al
billar, y otros miraban con la boca abierta a una mujer rubia mientras esta se
contoneaba encima de una plataforma, haciendo movimientos sensuales mientras se
quitaba la poca ropa que llevaba encima.
¿Me
había metido en un club de Striptis? Miré a mi alrededor, y vi a camareras
vestidas con un pequeño cullot que no tapaba ni la mitad de sus gemelos
traseros, y un pequeño top transparente que dejaba adivinar la tonalidad de sus
pezones.
Si
definitivamente había acabado metiéndome un club de Striptis.
Pedí mi
segundo Whisky y repitiendo el proceso me lo trague de un trago. El líquido
amarillento volvió a calentarme y esta vez me quede un poco aturdida. Volví a
girarme sobre el asiento y a registrar aquel bar con la vista. Me fijé que era
la única cliente femenina del local, el resto todo eran hombres.
Ningún
hombre de aquel local me pareció atractivo, todos miraban embobados mirando a
la rubia quitarse la parte de su atuendo que cubría sus grandes pechos.
“Operados” fue la primera palabra que me vino a la cabeza cuando la prenda cayó
al suelo.
Tenía
dos opciones, seguir bebiendo o salir por la puerta de aquel bar y enfrentarme
otra vez a la lluvia. Me dirigí otra vez al camarero y volví a ordenar lo
mismo. Ya me había mojado lo suficiente por esa noche, esperaría en aquel bar
hasta que la lluvia diera un respiro, y podría seguir tranquila hasta mi piso.
Esta
vez me propuse degustar el Whisky con pequeños sorbos, dejé que primero
acariciara mi lengua e inundara mi boca con el fuerte sabor a alcohol.
Indague
un poco más con la vista aquel especio delante de mí, y algo atrapó totalmente
mi atención. Un cuerpo masculino, sentando en unos sillones de cuero rojo
oculto entre las sombras, clavando su mirada en mí. No podía verlo claramente,
solo podía distinguir unos ojos oscuros, el pelo moreno un tanto alborotado,
unos hombros anchos ocultos bajo una camisa blanca de botones…
Aquel
desconocido oculto entre sombra levantó su copa en dirección a mí, y lentamente
se la llevó a unos labios que no conseguía ver. Me giré de nuevo hacia la barra
intentado concentrarme en el vaso de Whisky que tenía entre las manos.
¿Había
dicho que ningún hombre de aquel local me había parecido atractivo? Pues lo
retiro, aquel hombre aunque oculto entre sombras, hizo que mi pulso se
alterara.
Cuando
me dispuse a tomar otro trago de mi copa, algo frenó en seco mi acción, o mejor
dicho alguien…
Una
mano grande, masculina, fuerte y morena, detuvo mi brazo. Levanté mi vista
hacía el desconocido, y aquellos ojos oscuros me cortaron la respiración.
-Esperaba
que fuera usted, una persona educada y que brindara conmigo- la voz de aquel
hombre al que ahora podía ver claramente, hizo que un escalofrío me recorriera
el cuerpo. Una voz ronca y sensual, me sonó como la voz del mismísimo Lucifer.
Recorrí
con la vista a aquel extraño. Era alto, muy alto, un metro noventa… y algo. Su
rostro parecía esculpido, era duro e imparcial, no descifraba nada. Los ojos
que ya había visto de lejos, ahora parecían duros y con un punto de maldad. La
nariz era perfecta. Y la boca… su boca hizo que mi corazón latiera con tanta
fuerza que me zumbaba en los oídos, los labios carnosos parecían gritarme
“muérdenos”. Mi vista fue bajando hasta sus hombros anchos y se detuvo en seco
en la piel que dejaba ver los primeros botones desabrochados de su camisa, se
presentía un cuerpo perfecto, un cuerpo de gimnasio. Seguí navegando con mis
ojos más abajo, hasta que un bulto en sus pantalones hizo que el aire me
faltara. Mis ojos se abrieron de una forma inhumana. Sus pantalones de pinzas
marcaban su miembro perfectamente…
-¿Le
gusta lo que ve?- su voz susurrada en mi oído hizo que levantara la vista hasta
su rostro apenas cinco centímetros del mío – Podría verlo mejor, si quiere.
¿Ese
desconocido me estaba proponiendo lo que yo creía?
-¿Dis…disculpe?-
Mi voz temblaba tanto como yo
- Yo
creo que no hace falta que le explique nada, creo que mis pantalones dejan ver
perfectamente lo que ha causado en mi- una sonrisa traviesa atravesó su cara,
haciéndolo parecer más atractivo si aún cabe.
Si, sin
duda aquel tío quería… quería…¿Acostarse conmigo? ¿Por qué?
- ¿Cree
de verdad que voy a tragarme que está así por mí, y no por la exuberante
bailarina o por las camareras?- Era imposible de creer.
El
recorrió con la vista el bar deteniéndose en la nueva bailarina que se quedaba
como llego al mundo, y en las camareras
-Querida,
esas mujeres no tienen nada que me guste. En cambio tú… tú, con el pelo y las ropas
mojadas me has puesto duro-
-¿Es
siempre así de directo?- No pude evitar preguntarlo
Él
volvió a poner la misma sonrisa traviesa, haciendo que la cúspide de mis muslos
estuviera igual que mis ropas, mojado.
- ¿Para
qué andarme con rodeos? Quiero desnudarla, saborear cada parte de su cuerpo, y
follarla hasta que me diga que no puede más. Y cuando quiero algo, siempre lo
consigo-
Sonaba
muy convencido de sí mismo, y aunque con sus palabras lo que hizo fue que mi
cuerpo ardiera, también me cabreó… y mucho.
- Es
usted un engreído. Y déjeme decirle que yo no soy la típica que se anda
acostando con tíos que no conoce. Así que si es usted tan amable, váyase a la
mierda- solté.
Aparté
la vista de él y me giré en la butaca con el propósito de levantarme, pero sus
manos se envolvieron en mis caderas, pegándome a su cuerpo.
- Mi
nombre es Oscar, Oscar DeMateo. Tengo 29 años, vivo en esta ciudad desde
pequeño, tengo mi propia cadena de hoteles. Y por supuesto estoy totalmente
soltero- Su vista estaba fija en mi ojos, mientras su mano subía y bajaba por
mi cadera dejando un hormigueo a su paso- Ahora ya no soy un desconocido.
¿Podríamos pasar a algo más interesante?-
¿No se
iba a dar por vencido?
- Sigue
siendo un desconocido. Y no, no vamos a pasar a nada más interesante. Déjeme en
paz-
- ¿En
serio quiere que le deje en paz?- preguntó mientras levantaba una ceja. Estaba
retándome.
-Por
supuesto. Solo quiero terminarme mi copa e irme a casa-
-Perdona
que disienta. Si quisieras que te dejara en paz ¿Por qué no me has retirado la
mano de tu cadera?- Me apretó aún más contra su cuerpo- ¿Crees que no me he
dado cuenta que tu pulso está acelerado? ¿Qué tienes la respiración agitada? Me
apuesto lo que quieras que tus bragas están igual de mojadas que tu pelo.-
“Capullo”
fue lo único que se me vino a la cabeza. Sin duda el muy cabrón me había
calado. Y si, me moría de ganas de que cumpliera lo que me dijo… Follarme hasta
que pidiera que parara.
-Como
ya he dicho, váyase usted a la mierda- Me separé de su cuerpo, empujando su
mano fuera de mi cadera.
En ese
mismo momento mi cuerpo palpitaba de necesidad. Pero no podía, aquella no era
yo, nunca había hecho eso, y no empezaría esta noche. Pero tenía que salir de
allí, o no lograría contenerme.
Pedí al
camarero que me diera la cuenta, y me encaminé hacia la puerta, sintiendo la
mirada de Oscar en mi espalda.
Fuera
seguía lloviendo. Intenté resguardarme de las gotas debajo del pequeño techo que sobresalía del
local. Miré de un lado a otro con la esperanza de que un taxi pasara por allí,
pero nada, así que me resigné, miré al camino que me quedaba hasta casa, y con
un suspiro me metí entre el manto de gotas que caía y empecé a caminar.
- Vas a
coger una pulmonía- La voz que chilló a mi espalda hizo que un escalofrío
recorriera mi cuerpo, y no de frío necesariamente.
-¿Y a
ti qué coño te importa, si cojo una maldita pulmonía? Es asunto mío- Mi cabreo
aumentaba, pero el deseo por él también
-No
quiero que mientras estés chillando de placer, tengas que parar para toser-
Otra vez, de nuevo esa sonrisa traviesa.
Lo de engreído se le quedaba corto.
- Mira
tío, ya he sido demasiada educada. No voy a negar que estas buenísimo, pero eso
no quiere decir que me vaya a acostar contigo. Eres un maldito engreído. Y
sinceramente lo menos que me apetece ahora es tener que aguantarte. Quiero irme
a mi casa, así que por favor déjame en paz de una puñetera vez.- Como dice el
anuncio de Shark, saca la bestia, y la mía estaba saliendo
-De
acuerdo, te dejaré en paz. Pero a cambio de dos cosas- Parecía divertirse
No
sabía si seguir caminando, o preguntar que querría. Al final me decanté por
una…
-¿Qué
demonios quieres?-
-A ti.
Pero dado que eres dura de roer, permíteme que te lleve a tu casa. Prometo que
mis intenciones son buenas- añadió viendo que me iba a negar rotundamente.
-Dijiste
que querías dos cosas, ¿Cuál es la otra?-
-Tu
nombre. Tú ya sabes el mío-
-¿Y si
no te doy ni una cosa ni la otra?- Ahora era yo quien le retaba.
- Te
perseguiré-
-Llamaré
a la policía-
-Dales
saludos de mi parte. Mi hermano es el capitán-
El muy…
Vale, lo tenía todo muy bien atado. Pero yo no me iba a dar por vencida.
- Será
una pena que se moje tu traje parece muy caro… Pero eso es problema tuyo- Y
dicho esto me di media vuelta y me volví a encaminar bajo la lluvia
Di unos
pasos sin escuchar nada detrás de mí, sin poder contener la curiosidad mi
cabeza se giró y no había nadie persiguiéndome. Obviamente se había dado cuenta
que no iba a conseguir ninguno de sus objetivos. En mi interior algo pareció
romperse, en lo más profundo pensaba que me perseguiría, y que al llegar al
portal de mi casa me arrinconaría y me quitaría la ropa, y por fin cumpliría
sus palabras. Pero no, al final se canso, lo que yo esperaba.
A mi
lado un coche se detuvo, un Audi A8 negro.
-¿Me
echabas de menos?- Era él. Oscar.
Ese
algo que se había roto volvió a palpitar en mi interior.
-¿Tú?
¿Otra vez?- Me paré y cruce los brazos sobre mi pecho. El frío me estaba
matando.
-¿Creías
que me iba a dar por vencido? - ¿Por qué demonios se estaba divirtiendo con
esto?- Como tú bien dijiste no quería que se me estropeara el carísimo traje.-
-Pues
me alegro por ti- Reanudé mi camino esta vez abrazándome a mi misma por que el
frío me estaba calando hasta los huesos
-Por
favor, súbete al coche. Estas muerta de frío- Su voz sonó… ¿Preocupada?
- ¿Te
he dicho ya que te vayas a la mierda?... A si, si te lo he dicho-
-No
seas cabezota. Sube, o saldré yo y te meteré a la fuerza-
-No
serás capaz.-
-Oh si,
por supuesto que sí- En ese momento paro el coche y abrió la puerta,
demostrándome que sería capaz
-Vale,
vale. Quieto. No hace falta que te estropees el traje, me subiré a tu maldito
coche.- suspiré y me dirigí a la puerta del copiloto- Te estropearé el
tapizado, estoy empapada-
El
sonrío, como si algo maligno se le cruzara por la cabeza
-La
ropa. La ropa esta empapada-Sabía perfectamente lo que él había pensando.
-Sube-
dijo tajante.
Al
final subí, y en cuanto cerré la puerta un calor abrazo mi cuerpo.
-Toma,
quítate esa ropa mojada- me tendió su chaqueta. Al ver mi cara añadió- prometo
no mirar-
Yo la
cogí y enseguida empecé a quitarme el cardigan rojo y la blusa negra que
llevaba, dejándome solo el sujetador de seda negro, y me cubrí con la chaqueta
del traje que Oscar me ofreció. En todo momento supe que él había faltado a su
palabra, y que miró todo el proceso, pero eso solo hizo que me humedeciera más.
-¿Me
vas a decir tu nombre o tendré que averiguarlo?- volvió a clavar su vista en la
carretera.
-Averígualo-
Quería jugar, pues juguemos.
Volvió
a mirarme, con una sonrisa que dejaba ver sus dientes perfectos.
-Como
no. Está bien. ¿Patricia?-yo negué con la cabeza-¿Yeni?
-No-
-¿Sandra?-
-No-
-¿Melissa?-
-No-
-¿María?
¿Sonia? ¿Yoha? ¿Ana?-
-No das
ni una- Me reí
-Ya sé.
¿Anastasia?-
-Error-
-Joder.
Esto es complicado. ¿Pancrasia?- Esta vez nos reímos los dos.
-Esther,
mi nombre es Esther-
-Esther…-Lo
dijo con un tono lascivo- Me gusta-
Yo no
tuve más remedio que contener la respiración al oír mi nombre de su boca en ese
tono, y me concentre en las calles mientras le indicaba por donde tenía que ir.
Unos
cinco minutos más tarde donde la única conversación que existía eran
indicaciones, llegamos a mi casa. Aparcó el coche por fuera del portal y paró
el motor.
-Bueno,
gracias por traerme. Diría que ha sido un placer conocerte, pero has sido un
poco capullo así que ¿para qué mentir?- me giré en el asiento hacia la puerta
hasta que sus manos me giraron hacia él y pegó su boca sobre la mía.
¡EL
CIELO! Su boca era el mismísimo cielo. Ni por un segundo pude resistirme, abrí
mi boca para él, y deje que investigara a sus anchas. Su lengua al principio
fue delicada, recorriendo cada parte, acariciando la mía, hasta que su beso se
convirtió en algo salvaje… primitivo. Inundándome de calor.
Mordió
mi labio inferior y yo no pude contener un gemido, envolví las manos alrededor
de su cuello, pegándome aún más a su cuerpo, y con su boca sobre mi piel empezó
a bajar hasta mi cuello, hasta ese lugar que me hacía temblar, dejando un
reguero de besos a su paso.
Sin
previo aviso se separó de mí dejándome como una completa imbécil, suplicante y
ahogada por el placer… Y solo me había besado.
-
Buenas noches Esther- Si, se estaba despidiendo.
Suspirando,
me di media vuelta abrí la puerta y salí de nuevo hacía la lluvia.
Cuando
estuve al resguardo de las gotas busqué las llaves en mi bolso, y las metí en
la cerradura. Al entrar en el portal, sentí detrás de mí unas manos girándome y
empotrándome contra la pared, y su rostro fue lo primero que vi.
Oscar
volvió a besarme de esa manera, de la manera que me hizo encenderme por dentro.
Sus manos navegaron por mi cuerpo, metiéndose entre mis pantalones, buscando
ese lugar…
- Me
encanta que estés así de mojada por y para mi- susurro contra mi boca
Sus
dedos empezaron a frotar esa bolita mágica entre mis piernas, mientras con la
otra retiraba la chaqueta de mis hombros.
-Espera…
para – intente mover su cuerpo un par de centímetros- aquí no-
El
levantó la vista, y miró a su alrededor comprendiendo a lo que me refería.
Estábamos en el rellano del primer piso, cualquier vecino nos podría oír o
mucho peor… ver.
-Tienes
razón, ¿Dónde podemos ir?- Me dió un beso rápido y se aparto de mi, dejándome
sin su toque, y yo empecé a arrepentirme de haber hablado
-Sígueme-
Lo agarré de la mano y tiré de él escaleras arriba.
En el
tercer piso, abrí la puerta y acto seguido el me volvió a empotrar contra la
pared, cerrando la puerta de una patada.
Con las
dos manos me quitó la chaqueta de su traje, desabrochó mis pantalones y tiró de
ellos hacia abajo, dejándome con el conjunto de lencería de seda negro, y lo
tacones del mismo color.
-Increíble… aún es mejor de lo que esperaba. Ese pelo
rubio empapado, la seda sobre tu cuerpo… Tu cuerpo. Pretendo perderme en él
mucho tiempo- Su voz sonaba con un punto de adoración, su mirada recorriendo mi
cuerpo me lo demostró, y el bulto de sus pantalones a punto de reventar la
cremallera aún le dió más veracidad- ¿Dónde está la habitación?-
Yo
señalé con el dedo a la puerta a mi derecha que se encontraba cerrada.
-Bien-
Volvió a besarme con desesperación, alzándome del suelo- enrolla tus piernas a
mi cintura-
Esa
postura hacía que sintiera su duro miembro, en mi monte de venus. Una necesidad
empezó a crecer dentro de mí, imparable…
Oscar
quitó una mano de mi trasero para abrir la puerta de mi habitación. Una vez
dentro me depositó en la cama, quedándose sobre mí, su cuerpo cubriendo el mío,
y empezó a besarlo, a venerarlo.
Sus
manos recorrían primero el camino que luego recorrieron sus labios. Cuando
llegaron a mis pechos, impulsó uno hacia arriba, haciendo que saliera de la
copa.
- Esto
es digno de admirar- dijo clavando su vista en mis pezones erectos.
-Menos
chachara, y haz magia- Alcé mi caderas hasta rozar su miembro contra mi entrepierna, soltando un gemido en el proceso
y arrancándole un gruñido a él.
-Será
un placer preciosa- me dijo antes de meterse un pezón en la boca,
succionándolo, mordiéndolo, lamiéndolo…
Cuando hubo
terminado con uno, volvió a empujar el otro pecho fuera de la copa y repitió el
proceso. Haciendo que a mí se me cortara la respiración. Su mano empezó a
descender por mi estomago, hasta meterse entre mis bragas y empezar a jugar con
mi hinchado clítoris. Los movimientos de sus dedos empezaron lentos, dejando
que el placer me consumiera. Una vez hubo terminado con mis pechos su boca
empezó a bajar dejando besos por todo mi vientre, hasta llegar a ese lugar… el
lugar que le suplicaba, que le anhelaba… ese lugar entre mis piernas. Bajo mis
bragas por mis piernas hasta que cayeron al suelo
Con un
movimiento rápido pasó su lengua por mi clítoris.
-Joder
preciosa. Sabes tan bien- Y dicho esto empezó a obrar magia mientras yo
empezaba a quemarme.
Su
lengua empezó con los mismos movimientos de sus dedos, lentamente, pero pronto
ese movimiento empezó a cobrar una rapidez exquisita. Con cada movimiento yo me
estremecía de placer, gimiendo una y otra vez…
-OH…
Oh… JODER- esas son las únicas palabras que salían de mi boca.
El
orgasmo estaba tan cerca…
Él no
se detuvo, junto con la lengua metió de golpe dos dedos, haciendo que yo no
pudiera más, llevándome lejos… muy lejos…
Con
diferencia al resto de hombres de mi vida, Oscar me había llevado más alto que
ninguno.
Gritando
me entregué a ese clímax maravilloso que me brindo. Cuando volví a pisar tierra
Oscar estaba de pie, mirándome. Lo único que llevaba puesto ya eran unos bóxer
negros.
-Ahora,
es cuando viene lo mejor Esther- Dijo antes de terminar de denudarse.
No
podía, simplemente no podía quitar la vista de su cuerpo. Tenía eso que llaman
“cuerpo diez”. Definido, con una tableta de chocolate que ni la Milka me parece
tan apetecible a su lado. Seguí recorriendo su cuerpo con la vista hasta llegar
a…¡joder! Aquello era enorme, rebasaba el tamaño de lo que yo consideraba
“normal”.
-Eres
una pervertida ¿lo sabes?- empezó a reírse y yo le seguí.
Obviamente
mi vista clavada en su pene, mis ojos como platos y mi boca casi babeando, le
había dado esa perspectiva.
-Bueno,
lo soy ¿Para qué ocultarlo Señor DeMateo?- nunca me había molestado en
ocultarlo, ¿para qué empezar ahora?
-Me
alegra saberlo. Entonces estamos hechos el uno para el otro. Pervertido y
pervertida- con cada palabra que decía se acercaba más, hasta quedar encima de
mi, tapándome con cuerpo, y sintiendo su miembro entre mis muslos.
Volvió
a verter toda su atención en mi boca, recorriéndola con la lengua, ahogándome
de placer con sus labios. Mientras que con su mano agarro su pene y empezó a
introducirlo. Con su boca tragó todos mis chillidos, hasta que su erección
estuvo completamente dentro de mi.
Aquello
era el cielo, nunca en mi vida había estado tan ansiosa. Mis antiguas
relaciones me parecían aburridas, incluso muchas de ellas no conseguían llevarme
al orgasmo.
-Preciosa,
estás tan apretada. Me vas a matar- su voz sonaba entrecortada.
-¡JODER!,
no pares- Nunca había suplicado pero si me lo hubiera pedido lo hubiera hecho
para que no parara nunca.
-No
pienso parar Esther. Pienso darte todo- ¿Por qué coño aquello me sonaba más que
sexo?
Èl
continuó con sus embestidas marcando un ritmo, haciendo que con cada una yo me
quedara sin aliento. Era como si me estuviera quemando, una quemazón de placer,
una que me llevaba lejos… muy lejos.
-Eres
impresionante cariño- susurró en mi oído mientras volvía a llenarme con dureza.
Yo no
hacía más que retorcerme debajo de él, aquello era… demasiado.
-Oh por
favor… Más… más rápido Oscar- Exacto, al final suplique.
-Todo…-
dijo a la misma vez que incrementaba la velocidad, y acariciaba aquel punto, el
punto exacto donde yo perdía la razón.
Cada
vez que decía cosas como esas, a mi me sonaban a más que sexo, pero era
imposible ¿verdad? Solo lo conocía de hacía apenas cuatro horas, y era un
arrogante… y que no se me olvide ¡UN CAPULLO! Aunque follara estupendamente.
Sacó su
miembro de mi entrepierna y con una estocada rápida y profunda volvió a
llenarme. Mi mente voló a un mundo que nunca había visitado. Repitió el proceso
tres veces más, hasta que sus embistes se convirtieron en el mismísimo infierno
que quemaban, duras, rápidas, perfectas.
Me
aferre a su espalda clavando mis uñas, gimiendo, chillando, tocando de nuevo el
clímax, pero esta vez el orgasmo parecía una bomba a punto de estallar.
-Vamos
Esther, quiero que te corras. Quiero oír mi nombre de tus labios cuando llegues
al orgasmo-
Y así
fue, una embestida más y caí al precipicio gritando su nombre. Él calló detrás
de mí, y lo que salió de su boca hizo que mi orgasmo fuera aun mayor.
-Estheeeeeer-
gruñó.
Su
cuerpo calló laxo sobre mi cuerpo, su sudor se mezclo con el mío, y en ese
momento supe que Oscar DeMateo no saldría de mi vida, que no se marcharía, y
acerté. Es extraño ¿sabéis? Aquel capullo engreído que conocí en aquel local, se
convirtió en el hombre de mi vida, llenándome de felicidad en cada momento, y
convirtiéndome en la Señorita Esther DeMateo, y obviamente dándome los mejores
orgasmo de mi vida.
Y aquí
estoy yo, contando como conocí a mi recién estrenado marido. ¿Por qué os cuento
esto? Porque yo tuve miedo, es cierto que no debes follarte al primero que se
cruce por tu camino, pero Oscar despertó en mí algo el mismo instante que lo
vi. Vuestro hombre perfecto está en la vuelta de la esquina o en un local
recóndito, pero cuando estéis listas jamás tengáis miedo. Y si ya tenéis a ese
hombre sed felices, tanto como lo soy yo.