sábado, 24 de agosto de 2013

Seducción bajo la lluvia.

Era una noche fría y lluviosa, busqué refugio en el primer bar que vi. Me senté en la barra y me pedí un whisky doble, algo para entrar en calor inmediatamente. Cogí el vaso y me trague de un trago el contenido. El calor inundo mi cuerpo al instante.
Mire a mi alrededor, vi un grupo de hombres jugando a los dardos, a otros jugando al billar, y otros miraban con la boca abierta a una mujer rubia mientras esta se contoneaba encima de una plataforma, haciendo movimientos sensuales mientras se quitaba la poca ropa que llevaba encima.
¿Me había metido en un club de Striptis? Miré a mi alrededor, y vi a camareras vestidas con un pequeño cullot que no tapaba ni la mitad de sus gemelos traseros, y un pequeño top transparente que dejaba adivinar la tonalidad de sus pezones.
Si definitivamente había acabado metiéndome un club de Striptis.
Pedí mi segundo Whisky y repitiendo el proceso me lo trague de un trago. El líquido amarillento volvió a calentarme y esta vez me quede un poco aturdida. Volví a girarme sobre el asiento y a registrar aquel bar con la vista. Me fijé que era la única cliente femenina del local, el resto todo eran hombres.
Ningún hombre de aquel local me pareció atractivo, todos miraban embobados mirando a la rubia quitarse la parte de su atuendo que cubría sus grandes pechos. “Operados” fue la primera palabra que me vino a la cabeza cuando la prenda cayó al suelo.
Tenía dos opciones, seguir bebiendo o salir por la puerta de aquel bar y enfrentarme otra vez a la lluvia. Me dirigí otra vez al camarero y volví a ordenar lo mismo. Ya me había mojado lo suficiente por esa noche, esperaría en aquel bar hasta que la lluvia diera un respiro, y podría seguir tranquila hasta mi piso.
Esta vez me propuse degustar el Whisky con pequeños sorbos, dejé que primero acariciara mi lengua e inundara mi boca con el fuerte sabor a alcohol.
Indague un poco más con la vista aquel especio delante de mí, y algo atrapó totalmente mi atención. Un cuerpo masculino, sentando en unos sillones de cuero rojo oculto entre las sombras, clavando su mirada en mí. No podía verlo claramente, solo podía distinguir unos ojos oscuros, el pelo moreno un tanto alborotado, unos hombros anchos ocultos bajo una camisa blanca de botones…
Aquel desconocido oculto entre sombra levantó su copa en dirección a mí, y lentamente se la llevó a unos labios que no conseguía ver. Me giré de nuevo hacia la barra intentado concentrarme en el vaso de Whisky que tenía entre las manos. 
¿Había dicho que ningún hombre de aquel local me había parecido atractivo? Pues lo retiro, aquel hombre aunque oculto entre sombras, hizo que mi pulso se alterara.
Cuando me dispuse a tomar otro trago de mi copa, algo frenó en seco mi acción, o mejor dicho alguien…
Una mano grande, masculina, fuerte y morena, detuvo mi brazo. Levanté mi vista hacía el desconocido, y aquellos ojos oscuros me cortaron la respiración.
-Esperaba que fuera usted, una persona educada y que brindara conmigo- la voz de aquel hombre al que ahora podía ver claramente, hizo que un escalofrío me recorriera el cuerpo. Una voz ronca y sensual, me sonó como la voz del mismísimo Lucifer.
Recorrí con la vista a aquel extraño. Era alto, muy alto, un metro noventa… y algo. Su rostro parecía esculpido, era duro e imparcial, no descifraba nada. Los ojos que ya había visto de lejos, ahora parecían duros y con un punto de maldad. La nariz era perfecta. Y la boca… su boca hizo que mi corazón latiera con tanta fuerza que me zumbaba en los oídos, los labios carnosos parecían gritarme “muérdenos”. Mi vista fue bajando hasta sus hombros anchos y se detuvo en seco en la piel que dejaba ver los primeros botones desabrochados de su camisa, se presentía un cuerpo perfecto, un cuerpo de gimnasio. Seguí navegando con mis ojos más abajo, hasta que un bulto en sus pantalones hizo que el aire me faltara. Mis ojos se abrieron de una forma inhumana. Sus pantalones de pinzas marcaban su miembro perfectamente…
-¿Le gusta lo que ve?- su voz susurrada en mi oído hizo que levantara la vista hasta su rostro apenas cinco centímetros del mío – Podría verlo mejor, si quiere.
¿Ese desconocido me estaba proponiendo lo que yo creía?
-¿Dis…disculpe?- Mi voz temblaba tanto como yo
- Yo creo que no hace falta que le explique nada, creo que mis pantalones dejan ver perfectamente lo que ha causado en mi- una sonrisa traviesa atravesó su cara, haciéndolo parecer más atractivo si aún cabe.
Si, sin duda aquel tío quería… quería…¿Acostarse conmigo? ¿Por qué?
- ¿Cree de verdad que voy a tragarme que está así por mí, y no por la exuberante bailarina o por las camareras?- Era imposible de creer.
El recorrió con la vista el bar deteniéndose en la nueva bailarina que se quedaba como llego al mundo, y en las camareras
-Querida, esas mujeres no tienen nada que me guste. En cambio tú… tú, con el pelo y las ropas mojadas me has puesto duro-
-¿Es siempre así de directo?- No pude evitar preguntarlo
Él volvió a poner la misma sonrisa traviesa, haciendo que la cúspide de mis muslos estuviera igual que mis ropas, mojado.
- ¿Para qué andarme con rodeos? Quiero desnudarla, saborear cada parte de su cuerpo, y follarla hasta que me diga que no puede más. Y cuando quiero algo, siempre lo consigo-
Sonaba muy convencido de sí mismo, y aunque con sus palabras lo que hizo fue que mi cuerpo ardiera, también me cabreó… y mucho.
- Es usted un engreído. Y déjeme decirle que yo no soy la típica que se anda acostando con tíos que no conoce. Así que si es usted tan amable, váyase a la mierda- solté.
Aparté la vista de él y me giré en la butaca con el propósito de levantarme, pero sus manos se envolvieron en mis caderas, pegándome a su cuerpo.
- Mi nombre es Oscar, Oscar DeMateo. Tengo 29 años, vivo en esta ciudad desde pequeño, tengo mi propia cadena de hoteles. Y por supuesto estoy totalmente soltero- Su vista estaba fija en mi ojos, mientras su mano subía y bajaba por mi cadera dejando un hormigueo a su paso- Ahora ya no soy un desconocido. ¿Podríamos pasar a algo más interesante?-
¿No se iba a dar por vencido?
- Sigue siendo un desconocido. Y no, no vamos a pasar a nada más interesante. Déjeme en paz-
- ¿En serio quiere que le deje en paz?- preguntó mientras levantaba una ceja. Estaba retándome.
-Por supuesto. Solo quiero terminarme mi copa e irme a casa-
-Perdona que disienta. Si quisieras que te dejara en paz ¿Por qué no me has retirado la mano de tu cadera?- Me apretó aún más contra su cuerpo- ¿Crees que no me he dado cuenta que tu pulso está acelerado? ¿Qué tienes la respiración agitada? Me apuesto lo que quieras que tus bragas están igual de mojadas que tu pelo.-
“Capullo” fue lo único que se me vino a la cabeza. Sin duda el muy cabrón me había calado. Y si, me moría de ganas de que cumpliera lo que me dijo… Follarme hasta que pidiera que parara.
-Como ya he dicho, váyase usted a la mierda- Me separé de su cuerpo, empujando su mano fuera de mi cadera.
En ese mismo momento mi cuerpo palpitaba de necesidad. Pero no podía, aquella no era yo, nunca había hecho eso, y no empezaría esta noche. Pero tenía que salir de allí, o no lograría contenerme.
Pedí al camarero que me diera la cuenta, y me encaminé hacia la puerta, sintiendo la mirada de Oscar en mi espalda.
Fuera seguía lloviendo. Intenté resguardarme de las gotas  debajo del pequeño techo que sobresalía del local. Miré de un lado a otro con la esperanza de que un taxi pasara por allí, pero nada, así que me resigné, miré al camino que me quedaba hasta casa, y con un suspiro me metí entre el manto de gotas que caía y empecé a caminar.
- Vas a coger una pulmonía- La voz que chilló a mi espalda hizo que un escalofrío recorriera mi cuerpo, y no de frío necesariamente.
-¿Y a ti qué coño te importa, si cojo una maldita pulmonía? Es asunto mío- Mi cabreo aumentaba, pero el deseo por él también
-No quiero que mientras estés chillando de placer, tengas que parar para toser- Otra vez, de nuevo esa sonrisa traviesa.
 Lo de engreído se le quedaba corto.
- Mira tío, ya he sido demasiada educada. No voy a negar que estas buenísimo, pero eso no quiere decir que me vaya a acostar contigo. Eres un maldito engreído. Y sinceramente lo menos que me apetece ahora es tener que aguantarte. Quiero irme a mi casa, así que por favor déjame en paz de una puñetera vez.- Como dice el anuncio de Shark, saca la bestia, y la mía estaba saliendo
-De acuerdo, te dejaré en paz. Pero a cambio de dos cosas- Parecía divertirse
No sabía si seguir caminando, o preguntar que querría. Al final me decanté por una…
-¿Qué demonios quieres?-
-A ti. Pero dado que eres dura de roer, permíteme que te lleve a tu casa. Prometo que mis intenciones son buenas- añadió viendo que me iba a negar rotundamente.
-Dijiste que querías dos cosas, ¿Cuál es la otra?-
-Tu nombre. Tú ya sabes el mío-
-¿Y si no te doy ni una cosa ni la otra?- Ahora era yo quien le retaba.
- Te perseguiré-
-Llamaré a la policía-
-Dales saludos de mi parte. Mi hermano es el capitán-
El muy… Vale, lo tenía todo muy bien atado. Pero yo no me iba a dar por vencida.
- Será una pena que se moje tu traje parece muy caro… Pero eso es problema tuyo- Y dicho esto me di media vuelta y me volví a encaminar bajo la lluvia
Di unos pasos sin escuchar nada detrás de mí, sin poder contener la curiosidad mi cabeza se giró y no había nadie persiguiéndome. Obviamente se había dado cuenta que no iba a conseguir ninguno de sus objetivos. En mi interior algo pareció romperse, en lo más profundo pensaba que me perseguiría, y que al llegar al portal de mi casa me arrinconaría y me quitaría la ropa, y por fin cumpliría sus palabras. Pero no, al final se canso, lo que yo esperaba.
A mi lado un coche se detuvo, un Audi A8 negro.
-¿Me echabas de menos?- Era él. Oscar.
Ese algo que se había roto volvió a palpitar en mi interior.
-¿Tú? ¿Otra vez?- Me paré y cruce los brazos sobre mi pecho. El frío me estaba matando.
-¿Creías que me iba a dar por vencido? - ¿Por qué demonios se estaba divirtiendo con esto?- Como tú bien dijiste no quería que se me estropeara el carísimo traje.-
-Pues me alegro por ti- Reanudé mi camino esta vez abrazándome a mi misma por que el frío me estaba calando hasta los huesos
-Por favor, súbete al coche. Estas muerta de frío- Su voz sonó… ¿Preocupada?
- ¿Te he dicho ya que te vayas a la mierda?... A si, si te lo he dicho-
-No seas cabezota. Sube, o saldré yo y te meteré a la fuerza-
-No serás capaz.-
-Oh si, por supuesto que sí- En ese momento paro el coche y abrió la puerta, demostrándome que sería capaz
-Vale, vale. Quieto. No hace falta que te estropees el traje, me subiré a tu maldito coche.- suspiré y me dirigí a la puerta del copiloto- Te estropearé el tapizado, estoy empapada-
El sonrío, como si algo maligno se le cruzara por la cabeza
-La ropa. La ropa esta empapada-Sabía perfectamente lo que él había pensando.
-Sube- dijo tajante.
Al final subí, y en cuanto cerré la puerta un calor abrazo mi cuerpo.
-Toma, quítate esa ropa mojada- me tendió su chaqueta. Al ver mi cara añadió- prometo no mirar-
Yo la cogí y enseguida empecé a quitarme el cardigan rojo y la blusa negra que llevaba, dejándome solo el sujetador de seda negro, y me cubrí con la chaqueta del traje que Oscar me ofreció. En todo momento supe que él había faltado a su palabra, y que miró todo el proceso, pero eso solo hizo que me humedeciera más.
-¿Me vas a decir tu nombre o tendré que averiguarlo?- volvió a clavar su vista en la carretera.
-Averígualo- Quería jugar, pues juguemos.
Volvió a mirarme, con una sonrisa que dejaba ver sus dientes perfectos.
-Como no. Está bien. ¿Patricia?-yo negué con la cabeza-¿Yeni?
-No-
-¿Sandra?-
-No-
-¿Melissa?-
-No-
-¿María? ¿Sonia? ¿Yoha? ¿Ana?-
-No das ni una- Me reí
-Ya sé. ¿Anastasia?-
-Error-
-Joder. Esto es complicado. ¿Pancrasia?- Esta vez nos reímos los dos.
-Esther, mi nombre es Esther-
-Esther…-Lo dijo con un tono lascivo- Me gusta-
Yo no tuve más remedio que contener la respiración al oír mi nombre de su boca en ese tono, y me concentre en las calles mientras le indicaba por donde tenía que ir.
Unos cinco minutos más tarde donde la única conversación que existía eran indicaciones, llegamos a mi casa. Aparcó el coche por fuera del portal y paró el motor.
-Bueno, gracias por traerme. Diría que ha sido un placer conocerte, pero has sido un poco capullo así que ¿para qué mentir?- me giré en el asiento hacia la puerta hasta que sus manos me giraron hacia él y pegó su boca sobre la mía.
¡EL CIELO! Su boca era el mismísimo cielo. Ni por un segundo pude resistirme, abrí mi boca para él, y deje que investigara a sus anchas. Su lengua al principio fue delicada, recorriendo cada parte, acariciando la mía, hasta que su beso se convirtió en algo salvaje… primitivo. Inundándome de calor.
Mordió mi labio inferior y yo no pude contener un gemido, envolví las manos alrededor de su cuello, pegándome aún más a su cuerpo, y con su boca sobre mi piel empezó a bajar hasta mi cuello, hasta ese lugar que me hacía temblar, dejando un reguero de besos a su paso.
Sin previo aviso se separó de mí dejándome como una completa imbécil, suplicante y ahogada por el placer… Y solo me había besado.
- Buenas noches Esther- Si, se estaba despidiendo.
Suspirando, me di media vuelta abrí la puerta y salí de nuevo hacía la lluvia.
Cuando estuve al resguardo de las gotas busqué las llaves en mi bolso, y las metí en la cerradura. Al entrar en el portal, sentí detrás de mí unas manos girándome y empotrándome contra la pared, y su rostro fue lo primero que vi.
Oscar volvió a besarme de esa manera, de la manera que me hizo encenderme por dentro. Sus manos navegaron por mi cuerpo, metiéndose entre mis pantalones, buscando ese lugar…
- Me encanta que estés así de mojada por y para mi- susurro contra mi boca
Sus dedos empezaron a frotar esa bolita mágica entre mis piernas, mientras con la otra retiraba la chaqueta de mis hombros.
-Espera… para – intente mover su cuerpo un par de centímetros- aquí no-
El levantó la vista, y miró a su alrededor comprendiendo a lo que me refería. Estábamos en el rellano del primer piso, cualquier vecino nos podría oír o mucho peor… ver.
-Tienes razón, ¿Dónde podemos ir?- Me dió un beso rápido y se aparto de mi, dejándome sin su toque, y yo empecé a arrepentirme de haber hablado
-Sígueme- Lo agarré de la mano y tiré de él escaleras arriba.
En el tercer piso, abrí la puerta y acto seguido el me volvió a empotrar contra la pared, cerrando la puerta de una patada.
Con las dos manos me quitó la chaqueta de su traje, desabrochó mis pantalones y tiró de ellos hacia abajo, dejándome con el conjunto de lencería de seda negro, y lo tacones del mismo color.
-Increíble…  aún es mejor de lo que esperaba. Ese pelo rubio empapado, la seda sobre tu cuerpo… Tu cuerpo. Pretendo perderme en él mucho tiempo- Su voz sonaba con un punto de adoración, su mirada recorriendo mi cuerpo me lo demostró, y el bulto de sus pantalones a punto de reventar la cremallera aún le dió más veracidad- ¿Dónde está la habitación?-
Yo señalé con el dedo a la puerta a mi derecha que se encontraba cerrada.
-Bien- Volvió a besarme con desesperación, alzándome del suelo- enrolla tus piernas a mi cintura-
Esa postura hacía que sintiera su duro miembro, en mi monte de venus. Una necesidad empezó a crecer dentro de mí, imparable…
Oscar quitó una mano de mi trasero para abrir la puerta de mi habitación. Una vez dentro me depositó en la cama, quedándose sobre mí, su cuerpo cubriendo el mío, y empezó a besarlo, a venerarlo.
Sus manos recorrían primero el camino que luego recorrieron sus labios. Cuando llegaron a mis pechos, impulsó uno hacia arriba, haciendo que saliera de la copa.
- Esto es digno de admirar- dijo clavando su vista en mis pezones erectos.
-Menos chachara, y haz magia- Alcé mi caderas hasta rozar su miembro contra mi  entrepierna, soltando un gemido en el proceso y arrancándole un gruñido a él.
-Será un placer preciosa- me dijo antes de meterse un pezón en la boca, succionándolo, mordiéndolo, lamiéndolo…
Cuando hubo terminado con uno, volvió a empujar el otro pecho fuera de la copa y repitió el proceso. Haciendo que a mí se me cortara la respiración. Su mano empezó a descender por mi estomago, hasta meterse entre mis bragas y empezar a jugar con mi hinchado clítoris. Los movimientos de sus dedos empezaron lentos, dejando que el placer me consumiera. Una vez hubo terminado con mis pechos su boca empezó a bajar dejando besos por todo mi vientre, hasta llegar a ese lugar… el lugar que le suplicaba, que le anhelaba… ese lugar entre mis piernas. Bajo mis bragas por mis piernas hasta que cayeron al suelo
Con un movimiento rápido pasó su lengua por mi clítoris.
-Joder preciosa. Sabes tan bien- Y dicho esto empezó a obrar magia mientras yo empezaba a quemarme.
Su lengua empezó con los mismos movimientos de sus dedos, lentamente, pero pronto ese movimiento empezó a cobrar una rapidez exquisita. Con cada movimiento yo me estremecía de placer, gimiendo una y otra vez…
-OH… Oh… JODER- esas son las únicas palabras que salían de mi boca.
El orgasmo estaba tan cerca…
Él no se detuvo, junto con la lengua metió de golpe dos dedos, haciendo que yo no pudiera más, llevándome lejos… muy lejos…
Con diferencia al resto de hombres de mi vida, Oscar me había llevado más alto que ninguno.
Gritando me entregué a ese clímax maravilloso que me brindo. Cuando volví a pisar tierra Oscar estaba de pie, mirándome. Lo único que llevaba puesto ya eran unos bóxer negros.
-Ahora, es cuando viene lo mejor Esther- Dijo antes de terminar de denudarse.
No podía, simplemente no podía quitar la vista de su cuerpo. Tenía eso que llaman “cuerpo diez”. Definido, con una tableta de chocolate que ni la Milka me parece tan apetecible a su lado. Seguí recorriendo su cuerpo con la vista hasta llegar a…¡joder! Aquello era enorme, rebasaba el tamaño de lo que yo consideraba “normal”.
-Eres una pervertida ¿lo sabes?- empezó a reírse y yo le seguí.
Obviamente mi vista clavada en su pene, mis ojos como platos y mi boca casi babeando, le había dado esa perspectiva.
-Bueno, lo soy ¿Para qué ocultarlo Señor DeMateo?- nunca me había molestado en ocultarlo, ¿para qué empezar ahora?
-Me alegra saberlo. Entonces estamos hechos el uno para el otro. Pervertido y pervertida- con cada palabra que decía se acercaba más, hasta quedar encima de mi, tapándome con cuerpo, y sintiendo su miembro entre mis muslos.
Volvió a verter toda su atención en mi boca, recorriéndola con la lengua, ahogándome de placer con sus labios. Mientras que con su mano agarro su pene y empezó a introducirlo. Con su boca tragó todos mis chillidos, hasta que su erección estuvo completamente dentro de mi.
Aquello era el cielo, nunca en mi vida había estado tan ansiosa. Mis antiguas relaciones me parecían aburridas, incluso muchas de ellas no conseguían llevarme al orgasmo.
-Preciosa, estás tan apretada. Me vas a matar- su voz sonaba entrecortada.
-¡JODER!, no pares- Nunca había suplicado pero si me lo hubiera pedido lo hubiera hecho para que no parara nunca.
-No pienso parar Esther. Pienso darte todo- ¿Por qué coño aquello me sonaba más que sexo?
Èl continuó con sus embestidas marcando un ritmo, haciendo que con cada una yo me quedara sin aliento. Era como si me estuviera quemando, una quemazón de placer, una que me llevaba lejos… muy lejos.
-Eres impresionante cariño- susurró en mi oído mientras volvía a llenarme con dureza.
Yo no hacía más que retorcerme debajo de él, aquello era… demasiado.
-Oh por favor… Más… más rápido Oscar- Exacto, al final suplique.
-Todo…- dijo a la misma vez que incrementaba la velocidad, y acariciaba aquel punto, el punto exacto donde yo perdía la razón.
Cada vez que decía cosas como esas, a mi me sonaban a más que sexo, pero era imposible ¿verdad? Solo lo conocía de hacía apenas cuatro horas, y era un arrogante… y que no se me olvide ¡UN CAPULLO! Aunque follara estupendamente.
Sacó su miembro de mi entrepierna y con una estocada rápida y profunda volvió a llenarme. Mi mente voló a un mundo que nunca había visitado. Repitió el proceso tres veces más, hasta que sus embistes se convirtieron en el mismísimo infierno que quemaban, duras, rápidas, perfectas.
Me aferre a su espalda clavando mis uñas, gimiendo, chillando, tocando de nuevo el clímax, pero esta vez el orgasmo parecía una bomba a punto de estallar.
-Vamos Esther, quiero que te corras. Quiero oír mi nombre de tus labios cuando llegues al orgasmo-
Y así fue, una embestida más y caí al precipicio gritando su nombre. Él calló detrás de mí, y lo que salió de su boca hizo que mi orgasmo fuera aun mayor.
-Estheeeeeer- gruñó.
Su cuerpo calló laxo sobre mi cuerpo, su sudor se mezclo con el mío, y en ese momento supe que Oscar DeMateo no saldría de mi vida, que no se marcharía, y acerté. Es extraño ¿sabéis? Aquel capullo engreído que conocí en aquel local, se convirtió en el hombre de mi vida, llenándome de felicidad en cada momento, y convirtiéndome en la Señorita Esther DeMateo, y obviamente dándome los mejores orgasmo de mi vida.

Y aquí estoy yo, contando como conocí a mi recién estrenado marido. ¿Por qué os cuento esto? Porque yo tuve miedo, es cierto que no debes follarte al primero que se cruce por tu camino, pero Oscar despertó en mí algo el mismo instante que lo vi. Vuestro hombre perfecto está en la vuelta de la esquina o en un local recóndito, pero cuando estéis listas jamás tengáis miedo. Y si ya tenéis a ese hombre sed felices, tanto como lo soy yo. 

El desconocido


Mi vida se había estancado, ya no me sentía feliz con nada, necesitaba una noche de locura, una noche para olvidar todo. 
El mes de junio se terminaba, las playas por las noches se convertían en discotecas, abarrotadas de gente entre antorchas y  fogatas.
La playa quedaba muy cerca de donde vivía así que podría beber sin preocupación alguna.
La brisa marina me daba en la cara haciendo que algunos mechones de mi pelo rubio se movieran a su compás. Sentía la arena fría en mis pies descalzos, era una sensación increíble, me sentía relajada, pero necesitaba algo muy fuerte para sentirme mejor.
Me dirigí a un pequeño chiringuito sentándome en la barra mientras le decía al camarero “Un tequila por favor”. Sentí como el alcohol me quemaba la garganta, dejando un calor en todo mi cuerpo, pero no era suficiente, esa noche quería más, necesitaba más.
Tras perder la cuenta de los tequilas que me había bebido, decidí unirme a la gente que bailaba alrededor de una de las fogatas. Si no hubiera tenido tanto nivel del alcohol en el cuerpo nunca me hubiera atrevido a bailar como lo estaba haciendo.
Sonaba una canción que no conocía, pero me gustaba. Movía mis caderas al ritmo sensual de la música, cerrando los ojos y olvidándome de todo.
Estaba tan absorta en la música que no me di cuenta hasta que paró la canción de que alguien me tenia agarrada desde atrás, con sus manos puestas en mis caderas, moviendo su cuerpo al ritmo del mio sin apenas un centímetro de separación.
Mire hacia atrás pensando en decirle un par de palabritas a quien me tuviera agarrada de esa manera, pero me quede boquiabierta al ver a aquel hombre.
Jamás en toda mi vida había visto algo igual, decir que era guapo no le haría justicia. Tenía el pelo castaño, unos ojos azules que hipnotizaban, de piel morena, un cuerpo perfectamente definido, alto… muy alto. Se me hizo la boca agua solo con mirarle.
Mi boca permanecía abierta, y pestañee varias veces seguidas pensando que ese hombre solo era un espejismo o una alucinación por la bebida. Pero sus manos todavía aferradas a mi cintura me demostraron que era real.
En su cara se fue dibujando una sonrisa lasciva haciendo que un calor inundara todo mi cuerpo. Soltó una de sus manos de mis caderas, y con el dedo índice acarició lentamente mi labio inferior.
Miles de imágenes cruzaron mi cabeza, en la arena él encima de mi… en el agua con sus manos en mi culo… en el coche a horcajadas encima de él… volví a pestañear rápidamente para apartar esas imágenes de mi cabeza. Ya sentía mi entrepierna más que húmeda, y gritando en silencio que lo quería dentro de mi.
Sin poder evitarlo baje la vista para intentar pensar con claridad, y al hacerlo me encontré con su enorme erección aprisionada por sus pantalones.
Volvió a cogerme de las caderas y me apretó contra el, haciéndome sentir su miembro duro en mi estomago. Cada segundo que pasaba yo estaba más y más caliente, deseaba, no, necesitaba tenerle dentro.
Si mediar palabra, llevó sus labios a los míos devorándome con el beso… Su lengua jugaba dentro de mi boca. Sus labios eran suaves pero firmes, sabían lo que querían.
Dejándome a medias quitó sus labios de los míos, aparto sus manos de mi cadera y la llevo hasta mi mano derecha agarrándola con fuerza, echó a andar en dirección a un pequeño hotel que se encontraba justamente a la salida de la playa, arrastrándome detrás de él.
Me sentía extasiada, eufórica… nunca había hecho tal cosa, incluso me daba hasta un poco de miedo, pero lo necesitaba, lo estaba pidiendo a gritos.
Llegamos a la habitación 201, sin decir nada, con un movimiento rápido de mano me empotro contra la pared, besándome de nuevo, devorándome de nuevo.
No sabia quien era ese hombre, no sabia como se llamaba, ni siquiera lo había escuchado hablar, pero me daba exactamente igual, lo deseaba en ese preciso momento.
Una de sus manos empezó a bajar por mi cuello hasta mis pechos, acariciándolos, siguió bajando dejándose guiar por mis curvas. Gemí al sentir que me rosaba el clítoris, haciendo círculos sobre él, “Ummmm veo que me deseas tanto como yo a ti” ¡POR FIN! Estaba escuchando por primera vez la voz del hombre que me estaba haciendo gemir con sus dedos en mi entrepierna. Su voz me calentó aun más. Tenía una voz ronca, la voz más sexy que había escuchado en mi vida.
Grité al sentir que sus dedos entraban de golpe en mí, me estaba volviendo loca. No hacia más que jadear. Busque su boca para callar mis jadeos descontrolados, pero él rechazó mi beso, “Oh no cariño, quiero oírte. Quiero oír como disfrutas”.
Dentro, fuera, dentro, fuera movía sus dedos exquisitamente. “Preciosa quiero que te corras con mis dedos, después haré que lo vuelvas hacer con mi polla dentro de ti”. Sus palabras fueron como una bomba para mí, y terminé por explotar contrayéndome contra sus dedos.
Sacó sus dedos de mi interior, y agarrándome la cara con su otra mano volvió a devorarme con su boca, su lengua acariciaba la mía, no era un beso suave y romántico, era un beso duro y puramente sexual, estaba explicándome sin palabras que quería follarme.
Posó sus manos sobre mi culo levantándome del suelo, y caminó hasta la cama sin dejar de besarme. Me dejó de pie justo en el borde, y empezó a retirarme el vestido con demasiada lentitud, yo le imité y le quite poco a poco la camisa y los pantalones.
Volvió a besarme, mientras me desabrochaba el sujetador. Su beso paró para deshacerse de mis bragas, y luego hizo lo mismo con sus boxers.
Ahí estábamos dos completos desconocidos, desnudos. Uno frente al otro. Nunca había deseado tanto a nadie como deseaba a ese hombre.
Agarrándome otra vez por el culo volvió a levantarme del suelo, sentándose en la cama conmigo a horcajadas, y metiéndome de golpe su larga erección. Volví a gritar al sentir que su miembro me dilataba.
Tirando de mi pelo buscó mi boca, para besarme. Nuestros gemidos se silenciaron mientras nuestras lenguas jugaban la una con la otra.
Sus embestidas eran firmes y duras. Su boca se dirigió a mis pechos, chupando y mordiendo mis pezones, haciéndome gemir.
Nuestras posturas cambiaron, ahora me encontraba acostada en la cama y el encima de mí. Su polla llegaba aun más hondo, haciéndome gritar del placer. Su boca siguió jugando con mis pechos, chupando y mordiendo mis pezones, poniéndomelos aun más duros.
Una de sus manos se dirigió a mi entrepierna, y con un dedo empezó a hacer círculos sobre mi clítoris, sus embestidas eran cada vez más duras, moviéndose más rápido dentro de mí.
Sacando su miembro de mí y metiéndomela de golpe hacía que perdiera el sentido, y que chillara una y otra vez. “Oh si nena, vamos” me susurró junto a mi cuello, volviendo a meterme su polla rápidamente. Mis caderas se balanceaban al ritmo de sus embestidas.
Nunca nadie me había follado así, ese hombre me estaba volviendo loca con sus embistes, con su polla, con sus besos.
Sentía como el fuego se estaba acercando, los músculos de mi vagina empezaban a contraerse avisando de que estaba apunto de llegar el orgasmo. Pero de repente paró sacando su miembro de mi “¿Pero?” es lo único que se me ocurrió decir, “Cariño, ¿No sabes que lo bueno se hace esperar? Además quiero oírte suplicar un poco” Estaba alucinada, quería oírme suplicar por un orgasmo, o mejor dicho por el posible mejor orgasmo de mi vida. “Por favor, lo necesito” lucía la típica sonrisa de los vencedores, una sonrisa que me dejo abrumada. “¿Qué necesitas?”, maldito capullo ¡NECESITO CORRERME! ¿Esta ciego o que?, estoy jadeando sin apenas respiración, ¿y me pregunta que, qué necesito? “Necesito… ee… necesito correrme” parecerá raro pero me daba vergüenza decirlo. “Preciosa tus deseos son ordenes para mi” cumpliendo mi deseo volvió a penetrarme rápidamente, pero esta vez fue aun más duro, moviéndose más rápido, saliendo y entrando en mi sin piedad, mientras yo debajo de él chillaba clavándole mis uñas en la espalda.
Ahí estaba de nuevo ese fuego acercándose, otra vez los músculos de mi vagina empezaron a contraerse, pero esta vez no paró, siguió penetrándome con una crueldad exquisita. Termine estallado y llegando al orgasmo con su polla dentro de mi, chillando al sentir el mayor placer que había sentido en toda mi vida. Penetrándome tres veces más también se corrió y dejo caer su cuerpo encima de mí, pegando sus labios a los míos me beso, esta vez era un beso más suave, no tan exigente como el beso puramente sexual.
Después de normalizar nuestras respiraciones rodó hasta el otro lado de la cama y atrayéndome contra su cuerpo y abrazándome nos quedamos complemente dormidos.
A la mañana siguiente el teléfono de la habitación empezó a sonar despertándome de mi profundo sueño. Una voz femenina me habló desde el otro lado del teléfono informándome que tenía que abandonar la habitación en menos de quince minutos. No quería levantarme de aquella cama, estaba cansada, y quería seguir durmiendo, pero sentí que algo faltaba, algo había cambiado… Al darme cuenta de lo que era fue como si me callera un cubo de agua fría encima, estaba sola en aquella cama, no había nadie en la habitación conmigo. No había ropa en los armarios, ni en los cajones a excepción de mi traje perfectamente doblado con mi ropa interior encima de una silla.
Decidí levantarme y vestirme, al coger el traje vi como una pequeña nota caía al suelo, en ella estaba escrito con una letra fina y elegante: “Ha sido un verdadero placer conocerte preciosa, siempre recordaré esta noche. Gracias.”
Me sentí brutalmente herida. Se marchó sin decirme nada, sin decirme su nombre, sin darme su número de teléfono, su correo… algo para contactar con él y repetir esa maravillosa noche.
Terminé de vestirme y salí de aquella habitación sin mirar atrás, se había acabado. Eso es a lo que se reducía todo, a una tarjeta de agradecimiento.